L’ANOREXICA KAMIKAZE

FRANCISCO MELE
(fuente: Adnkronos)

27-12-2008

En Nochebuena una joven anoréxica de 19 años, quema su diario y se lanza en el vacío desde el quinto piso de su casa.
Los periódicos retraen la noticia enfatizando el hecho de que como era anoréxica lo había hecho por “miedo a la cantidad de alimentos” que hubiera tenido que ingerir durante las comidas familiares navideñas.
Para nosotros, sin embargo, esta chica representa el dramático símbolo del neto rechazo a la actual sociedad de consumo y sintomo de la actual crisis economica. Esto es mas cierto que esa señal de sufrimiento delante de la abundancia de comida o delante de la alegría festiva, a las cuales no siente con fuerzas para compartir.
Esta joven y su enfermedad son el símbolo de dicha sociedad basada sobre la lógica del “todo o nada” y basada, sobretodo, en la competición exasperada que se culmina con “la guerra de todos contra todos”.
Con la Anorexia penetramos en el campo clínico de la “in-sustancia”.
Arrojándose en el vacío la chica denuncia la falta de una “sustancia” en donde apoyar el significado de su propia existencia.
También su cuerpo, cada vez mas escavado por los efectos de su enfermedad, se muestra siempre mas frágil y falto de fuerzas para tornarlo consistente. Y por lo tanto para ella, ese su cuerpo, es un objeto del cual debe liberarse porque no es adapto a la vida. Desdoblándose, como quienes se relfejan en los juegos de internet, la joven se automanipula hasta desvanecer y después se arroja, como algo que se echa a la basura.
Esa “in-sustancia” de la cual carecía esta joven es la “PALABRA” elemento fundamental -segun el Psicoanalisis- que nos ayuda a articular los eventos vividos, nuestra experiencia de vida, organizándola y dándole un sentido global.
La “palabra” a la cual nos referimos no es la de la articulación fonética sino aquella de la profunda expresión del ser que es la que nos consiente el vivir una relación con los demás y dejar, con los hechos, nuestra huella en un contexto social.
Paul Ricoeur dice que: Actuar, decir, sufrir, son la tríada inseparable que nos permite reaccionar delante del sufrimiento y comunicar dicho sufrimiento al otro significativo –a esa persona que cuenta para nosotros- Al parecer, en el caso que tratamos aqui, los tres aspectos de la misma realidad existencial, se han desarticulado y desatado: no existe sintonía entre ellos. La persona sufre pero no reacciona. Sufre sin comunicar su sufrimiento ni pedir ayuda. Es un padecer sórdido que explota en una acción muda, inexplícita.
La joven rechaza cualquier tipo de diálogo recorriendo, sola con su diario, el camino que poco a poco la llevará a la decisión final. Mas aun, antes de cumplir su gesto extremo, se llevará consigo el único esbozo de diálogo mantenido con “su amiga imaginaria”, esa otra si misma, que ha creado en su diario. Lo quema y lo volatiza consigo en el vacío. Cancela cualquier traza de si misma, junto al gesto de su pensamiento omnipotente, megalómano y destructivo.
De frente a hechos como este, emergen las cuestiones: ¿Porqué lo ha hecho?; ¿contra quién?
En cada acto suicida existe una componente homicida.
Quien se suicida deja a los demás sin “Palabra”. Los culpabiliza de su acto por no haber sido capaz de impedírselo. Les castiga a través de su venganza, sin que nadie posea la llave de interpretación de su decisión ni de su acto final.
Sea como sea, la reacción del sujeto suicida es desproporcionada y le sirve solamente para castigar al “adversario” dejándole sin posibilidad de réplica, incluso cuando los padres, novio/a o quienes tenían una relación con ella/el, tengan alguna responsabilidad involuntaria o voluntaria por su sufrimiento.
La persona anoréxica se deja morir dia a dia. Padres, médicos, psicoterapéutas y amigos son impotentes de frente a su cotidiana y dolorosa eutanasia. No hay modo de poder crear un relación, con la persona interesada, que la haga sentir ayudada de cualquier forma, ni siquiera con el dialogo.
Tiempo atrás si un niño desobedecia al padre o a la madre le decían: si no cambias, si no te portas bien, si no pides perdón, etc… te irás a la cama sin cenar. Obviamente, esta tipo de reprimenda no funciona con la persona anoréxica, sino al contrario, es una paradoja ya que la anoréxica finge que come vomitando después lo comido, eludiendo la función de los padres con su simulación.
La persona anoréxica presenta una imágen sumisa y aparentemente no competitiva. Es como si, contradictoriamente, renunciara al deseo de ser presente o al placer por el gusto de la comida. Sin embargo, es todo lo contrario porque vive siempre preocupada y controlando el alimento que ingiere, pesándose continuamente y en competición con todo lo que le haga cambiar la imágen que tiene de si misma.
Su competición radica en el cálculo maniacal de los gramos de comida que toma. Es un tipo de competición que podemos encajar en la teoría de la guerra extrema, proclamada por el General Clausewitz, retraída por Karl Schmitt y reelaborada por René Girard.
Estos tres autores nos dan la posibilidad de conectar el concepto de las guerras entre los pueblos, con el concepto de las guerras que se crean en las familias: Del enemigo del pueblo se pasa al enemigo familiar.

¿Cómo es posible que un hijo/a se vuelva enemigo/a de sus padres?
La Anorexia rapta al resto de la familia, la mantiene secuestrada con una táctica estratégica que desemboca en un conflicto irremediable y sin posibilidad alguna de cuenta atrás. La anoréxica “encarna” al camicace porque se mata, para matar al otro.
¿Porqué para la anoréxica ese “Otro” es el objeto que hay que eliminar? Porque el enemigo familiar es ese “otro” que le obstaculiza la felicidad imaginada, impidiéndole su proseguir.
¿Cuántas veces hemos oído decir a madres de hijos drogadictos o de anoréxicas que hubieran preferido verlos/as muertos/as, antes de verles morir cada dia?
Este deseo inconsciente de la desaparición del otro se halla también implícito en esos hijos/as (súcubos de cualquier dependencia física o psicológica (drogas, alcohol, anorexia, ludopatía, shopping compulsivo, etc.) porque ellos dan mucho espacio a la fantasía de poder liberarse de los padres, imaginando su muerte, para heredar el patrimonio familiar o realizarse según su plan de vida sin prohibiciones.
La anoréxica que lleva a cabo su táctica delictiva, matándose, deja en la familia un conjunto de emociones muy contradictorias: remordimiento, liberación, culpabilidad, pérdida, etc. ¿Porqué? Porque aunque no se confiese la idea, el deseo latente de su muerte aflora en la familia debido a los años de suplicio, causados por la enfermedad de la persona en cuestión. No se explícita pero, incosncientemente, crece el deseo de que la pequeña tirana alcance su objetivo y desvanezca en el la nada.
Estas situaciones resaltan dos interpretaciones del deseo:
segun Lacan, el sujeto realiza el deseo del otro;
segun Girard, a través de la rivalidad mimética el sujeto y el objeto se vuelven, ambos, modelo y obstáculo y viceversa hasta desencadenar la fatídica violencia que se concretiza en el homicidio-suicidio.
El enemigo, del seno familiar, es mas amenazador que cualquier enemigo externo. Cuando en el ambiente familiar se activa la guerra, el individuo no posee lugar alguno en donde sentirse seguro y la sensación de amenaza se vuelve cada vez mas acuciante e ineludible.
El proceso que se desencadena, en el círculo de la violencia familiar, desemboca en una total incapacidad de distincion, encontrando su culminación en la dificultad de distinguir quién es el enemigo de quien. Se crea una espiral viciosa, entre los miembros de la familia, con el fatal e irremediable epílogo de que cada uno de los componentes se vuelve enemigo del otro y viceversa.
Trátase de un proceso de mimesis contagiosa porque la violencia, de un solo miembro de la familia, genera el aumento de la agresividad de los demas creándose, irreparablemente, un círculo vicioso de violencia in crescendo.
La teoría y mecanismos de la violencia pueden aplicarse analogamente a la situación económica internacional que vivimos, la cual esta demarcada por las Bolsas del mercado mundial: si una cae, caen sin remedio las otras en un efecto dominó que arrastra consigo las demás, incluso cuando algunas de ellas se afanan por levantarse.
Esta es la analogía del círculo vicioso: generar incertidumbre, miedo y malestar, a nivel social, engendra violencia a todos los niveles. La respuesta: la manifestación real de las reacciones que, cada dia mas, muestran los títulos de la crónica periodística.

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