El miedo al trabajo

Dr. Carlos Alhadeff

Expresiones claves: Saludable miedo al trabajo, empresas golpeadoras, dignidad, prescripción de licencia.

Cuando alguien sentencia que “El trabajo es salud” la afirmación suele ser aprobada por quienes la escuchan. Sin embargo también es archiconocido aquello De “Si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos” Aunque son pocos quienes se atreven a decirlo en público; esta última afirmación parece acorde con los tiempos en que vivimos.
Hoy en día quienes trabajan suelen estar afectados por todo tipo de patologías y muchas de ellas guardan estricta relación con el ámbito laboral en que se desenvuelve el sujeto afectado.
Se enferma por exceso quien tiene trabajo y por su ausencia el que no lo tiene. Se enferma de stress, de enfermedades psicosomáticas, de tristeza, de lo que se conoce como Burn Out o Desgaste profesional. “El trabajo es salud”, es entonces un mito que enferma.

Tal vez el mayor daño que el trabajo y la necesidad de trabajar pueden causar es la pérdida de la dignidad, es decir el sometimiento.
La explotación no es un hecho nuevo en el mundo, sin embargo en los últimos tiempos asistimos a un novedoso concepto en el campo del enriquecimiento de unos pocos a costa de muchos; la idea de que exigiendo desmedidamente al empleado, los resultados habrán de ser mejores.
Juan es excelente como vendedor de servicios de programas para computadoras, tanto es así que el año pasado la empresa lo envío a una convención de la compañía en la isla de Bali, como premio a su buen desempeño.
“Buen desempeño” llaman ahora a “llegar a los números”, es decir a desesperarse para conseguir que quienes se valen de los otros, tengan excelentes ganancias.
Este año, la suerte no lo acompañó a Juan y sus números cayeron. Esto le significo que su entrenador lo llamara al orden, pero no lo hizo en una reunión privada, sino frente a los compañeros de Juan.
Tu puesto corre peligro Juan, le dijo, vos sabés que podés dar más y no te estás esforzando lo suficiente, eso no es bueno y vas a fracasar otra vez

En un trabajo publicado en Sistemas Familiares Francisco Mele nos dice
“La reacción negativa al desprecio social puede ser la vergüenza, la rabia, y el desprecio e incluso, la pérdida de la autoestima y confianza en si mismo. La persona que ha experimentado el fracaso se avergüenza de si misma, se siente disminuida. El fracaso afecta el Yo Ideal de la persona. Dicha vergüenza se siente solamente en presencia de parteners reales o imaginarios, que asumen el rol de testimonios del Yo Ideal humillado. La persona avergonzada no se siente con derecho de afirmar los propios derechos” (Mele), 2008 Pag 30
El párrafo no tiene desperdicio.
El autor abre paso a la subjetividad al referirse al Yo Ideal como definición de qué será considerado y qué no, como un fracaso.
Los terapeutas sistémicos sabemos que la cultura del consumo y la valoración del dinero, tiene cada vez más influencia en lo que podríamos llamar el Yo Ideal.
El trabajo, es entonces valorado en exceso. Se trata de un modo de obtener dinero para sobrevivir, pero también para poder consumir todo aquello que nos es mostrado como imprescindible. Si no se trabaja, no es posible acceder a esos bienes y si esto no es logrado, se está afuera. En ese caso, no se es sólo marginado de lo que podríamos llamar el sistema, se está fuera de la vida “Si no tenés tal o cual cosa, no existís”
Trabajo y dinero se constituyen así en algo más que un medio de vida; son casi sinónimos de existencia.

Permítaseme llamar “empresas golpeadoras” a aquellas en las que muchos empleados como Juan se someten al empleador, tal como lo hace la mujer golpeada a su victimario.
La sociedad avala uno y otro sometimiento. En uno, señalando la importancia de conservar un trabajo; en el otro, pidiéndole a la víctima que “aguante” para salvar la institución matrimonial o la familia.
Lo cierto es que Juan deberá esperar al menos un año y la ayuda del mundo global para lograr mantener su puesto de trabajo y que su entrenador no vuelva a humillarlo y a profetizar su fracaso.
Es posible que entonces sea invitado a una nueva convención; lo que no podrá lograr es sentirse respetado como individuo. Deberá reconocer que esa parece ser una aspiración utópica en el sistema laboral actual. Un sistema donde se considera sano al que lo aguanta y enfermo a quien a veces, síntomas mediante, lo denuncia.

Sin embargo, tal como enunciaba el slogan publicitario de una tarjeta de crédito “Pertenecer tiene sus privilegios” No importa demasiado si se pertenece a una empresa con directivos inescrupulosos, pero hay que pertenecer a algún grupo con poder.
Muchas personas no toleran trabajar en un lugar así y se ven afectadas por diversos síntomas; lo que las muestra poseedoras de una salud ética para nada despreciable.
Lamentablemente aún hoy muchos profesionales continúan ignorando al contexto en que se desenvuelve el consultante y se limitan a diagnosticar de acuerdo a manuales estandarizados, que no hacen otra cosa que cosificar al paciente y hacerlo sentir como un enfermo.
En realidad esos síntomas son un modo de proteger la integridad física y psíquica de las víctimas de esas empresas golpeadoras. Mente y cuerpo envían un mensaje que pareciera decir “no pierdas tu dignidad, no te sometas a la crueldad, tu salud está primero”
Las formas en que ese mensaje se expresa son diversas. A veces lo hace a través de crisis de angustia, fobias o depresión, que será muchas veces tratadas como problemas que anidan dentro del paciente, como algo enfermo, ignorando que se trata de un “Saludable miedo al trabajo”
El profesional actuante se limitará entonces a medicar a la víctima (nótese que evito la palabra enfermo) y efectuar una psicoterapia centrada en lo que el consultante debe cambiar para poder restituirse a la brevedad al lugar que le ha causado la afección.
Si trasladáramos esto a la clínica médica sería como proponerle a quien padece de hipercolesterolemia que ingiera alimentos ricos en grasas animales. Un verdadero despropósito.
Me atrevo a afirmar que en la actualidad las condiciones de trabajo son el factor causante de una enorme cantidad de padecimientos psíquicos.
Por suerte algunas veces se expresan de manera clara para quienes tenemos experiencia en considerar al contexto del consultante como el origen de su padecer. Son los casos en que el paciente refiere gran angustia al levantarse, insomnio, tensión permanente en el lugar de trabajo, cansancio a poco de comenzar su actividad y una sensación profunda de falta de libertad, que se expresan como ahogos. Síntomas todos estos, que suelen desaparecer los fines de semana.
Es a éste conjunto de síntomas al que he designado como el “Saludable miedo al trabajo”
Cuando alguna víctima de estas empresas golpeadoras me consulta, la primera medida que tomo es prescribirle una licencia de por lo menos treinta días, una psicoterapia centrada en el motivo de consulta y contextualizada en su situación laboral. Si es necesario indico psicofármacos para calmar el padecimiento del consultante y no para que se reintegre a trabajar a la brevedad.
Mi alianza siempre es con el consultante, jamás con los poderosos que de él se valen, se trate de empresas privadas o estatales.